jueves, 5 de julio de 2012

Sentido de Comunidad



Sin duda uno de los cuestionamientos que emergen desde el inicio del campo de la psicología social comunitaria, es preguntarse sobre la construcción de sentido de comunidad. Podría decirse que en este campo de conocimiento, uno de los puntos nodales del desarrollo teórico-conceptual como del metodológico, lo han constituido los estudios que ofrecen una aproximación al denominado “sentido de comunidad” introducido por Seymour B. Sarason en 1974.

Empero, el cambio de paradigma y de los constructos epistémicos para estudiar el sentido de comunidad se han venido trasformando a medida que se presentan cambios sociales, económicos y políticos en el mundo. Es decir, los presupuestos epistemológicos y con ellos, los enfoques teóricos del sentido de comunidad, están relacionados con los cambios del sistema mundo y las propuestas alternativas para impensar (Wallerstein, 1988) los problemas sociales que emergen en él y su forma de abordarlos en diversos contextos.

En efecto, han surgido nuevas aproximaciones de la noción de “sentido de comunidad”. En este sentido, se considera relevante debatir en la actualidad sobre los referentes metodológicos y teórico-conceptuales de la construcción de sentido de comunidad; en un mundo cambiante donde las comunidades son diversas por su composición étnica, cultural, social, política y económica. En estos nuevos espacios, se controvierte sobre el supuesto deterioro del sentido comunitario en las últimas décadas, desde el pensamiento norteamericano (Putman, 2003). A su vez, surgen planteamientos antagónicos como el de Maya Jariego (2002), quien desde un pensamiento eurocéntrico considera, no el deterioro del sentido de comunidad, sino un cambio de las formas de participación, caracterizadas por el proceso de individualización y la aparición de comunidades personales. Por otro lado, el pensamiento latinoamericano, alude a la emergencia en la región del desarrollo de un sentido de apego a la comunidad llamado “sentido de comunidad”, el cual se construye históricamente (Montero, 2003).

Celebración por cambio de mayordomía,
en el atrio de la iglesia de Santa Martha Acatitla 
Desde esta panorámica de pensamientos divergentes, es necesario preguntarse sobre la metodología idónea para llegar a aproximarse a la construcción de sentido de comunidad en comunidades con contextos históricos sociales específicos. Al respecto, el abordaje metodológico en las investigaciones de corte empírico desarrolladas en Europa y Norteamérica sobre la construcción de sentido de comunidad, se ha distinguido por utilizar el análisis de redes sociales, entre otros, la utilización instrumentos para evaluar el sentido de comunidad como lo es el Cuestionario de Sentido de Comunidad de Schwetzer, Rosenbaum, Campos Gardi (2002), con él se mide conexión, participación, pertenencia, apoyo social, potenciación (empowerment), seguridad y participación. Para evaluar el sentido de comunidad en relación al contexto se opta por utilizar la Encuesta de Evaluación Comunitaria, Jakes S. y Shanon, Lisa C., (2002); los indicadores que se miden en este cuestionario son: el capital humano, empowerment, factores sociales, factores físicos, factores económicos, autoeficacia, motivación, apoyo local percibido, participación comunitaria y participación individual. En el caso específico de la utilización del análisis de redes se sustenta en que “permite determinar de forma realista las propiedades estructurales de los sistemas comunitarios, así como sus relaciones con el exterior”.

Es necesario repensar estos métodos e instrumentos desde México y nuestra América, pues, si bien este abordaje permite comprender la estructura de la comunidad y su red dotada de sentido, deja de lado las construcciones subjetivas de la diversidad étnica y cultural que pueblan nuestros mundos.

Ciertamente, las subjetividades etnoculturales permean a las comunidades de México y América Latina, de tal forma que las construcciones de mundo, de cómo comportarse en él, y aún, de cómo construir sentido en comunidad van a estar transversalmente influenciadas por la cultura y el elemento étnico en este espacio geográfico. (Stavenhaguen, 2000; Díaz Polanco, 1991).

De acuerdo con la propuesta de Darcy Ribeiro (1992) en México y América Latina existen tres raíces etnoculturales, se refiere a la indoamericana, la africana subsahariana y la europea. Así, la construcción de sentido de comunidad en nuestra América estará influenciada por las herencias etnoculturales de lo indígena, lo afro y lo europeo. De igual forma, los diferentes grupos étnicos, entre ellos indígenas y personas de raigambre indígena que conforman hoy día pueblos originarios en complejos urbanos de la región, dotaran de significados, significaciones y sentido de comunidad, a partir de sus sistemas de creencias y cosmovisión.

Así, la existencia de comunidades originarias o los llamados “pueblos originarios” oprimidos y marginados, que habitan espacios urbanos, especialmente en la Ciudad de México durante la última década, requieren de ser investigados a través de una metodología idónea. (Portal Ariosa, 2011; Álvarez Enríquez, 2007). Por ello, se considera relevante revisar las propuestas metodológicas de un pensamiento europeo y norteamericano para impensarlo desde nuestra realidad. Para el caso, sería pertinente utilizar la Investigación Acción Participativa (IAP), en tanto promueve el rescate del conocimiento construido socialmente por los pueblos originarios como lo es Santa Martha Acatitla, Iztapalapa, sobre su sentido de comunidad y, a través de la acción social, coadyuvar a la movilización de los lazos emocionales compartidos, a la participación activa de sus miembros en pos de la integración y de la reivindicación de la organización comunal. Además, con este método se persigue el cambio social generado desde las mismas comunidades para lograr mejorar sus condiciones de vida y hacer frente a las políticas neoliberales que estratégicamente buscan desintegrarlas.  

Al respecto, la influencia del modelo neoliberal y, con ello, los cambios económicos externos que permean las políticas económicas obligando a ajustar la economía nacional de México y de los países de nuestra América, ha producido en la última década, aumento de los niveles de pobreza, de la marginación social de grupos étnicos vulnerables, desempleo y delincuencia. La tensión de fuerzas sociales al interior del Estado nacional mexicano en medio de esta problemática económica y sociopolítica, genera fractura del tejido social y de las formas de organización comunitaria, entre ellas, produce fisuras en muchas comunidades conformadas por indígenas y no indígenas que habitan espacios urbanos en la Ciudad de México. Si bien en México los proyectos macroeconómicos neoliberales han generado disgregación, pérdida de pertenencia y de los valores compartidos en los pueblos originarios, alternado así el sentido de comunidad. A la vez, coexisten en el tejido social formas de resistencia de la identidad comunitaria y del sentido de comunidad construido históricamente por sus miembros. Muestra de esto, es que a pesar de la dominación neoimperial del capitalismo globalizado y de lo que pasa en nuestra América con los pueblos indígenas, los sistemas comunales de organización indígena y su sentido de comunidad se conservan en el espacio urbano por medio del rescate de valores de raigambre en la cosmovisión mesoamericana. (Lombardo y Nalda, 2010; Medina, 2000; Broda, 2009)

Para poder comprender estos sucesos que surgen en comunidades abiertas, los referentes teóricos metodológicos de las investigaciones realizadas sobre la construcción de sentido de comunidad hasta la actualidad, resultan ser insuficientes. Pues, si se revisa la literatura producida sobre el sentido de comunidad se encuentra que hay un gran vacío en estos estudios, ya que no permiten develar la relación que existe entre la construcción de sentido de comunidad (específicamente, en pueblos originarios) y los elementos etnoculturales que le caracterizan. De igual forma, este agregado de investigaciones y teorías, no permite dar razón de un conocimiento crítico construido en y desde la comunidad, en aras de lograr un cambio de su situación de pueblos oprimidos y marginados.

El hecho escueto es que si se realiza un apretado recorrido a través de alguno de los más destacados exponentes de la psicología comunitaria, sobre este tema, lo podremos constatar a través del devenir histórico de los trabajos de autores como Seymour B. Sarason, McMillan y Chavis, María Isabel Hombrados y Juan M. Domínguez Fuentes, entre otros.

En este sentido, podríamos decir que la definición de sentido de comunidad, los elementos que la componen, así como los diversos métodos utilizados para conocer la forma en que es construido en diversos contextos sociales, adolecen de una reflexión sobre los elementos etnoculturales que determinan y posibilitan la construcción del sentido de comunidad.

Comida en honor al señor de Tlanepantla, Morelos.
Calle Venustiano Carranza, Santa Martha Acatitla.
Además, en el plano de lo social, los problemas que adolecen los pueblos originarios requieren de nuevas intervenciones psicosocial y lecturas conceptuales, en la medida en que el mundo globalizado introduce por el neoliberalismo el asalto del sentido de comunidad y las formas de organización comunitaria originarias. Es decir, el sistema capitalista de la mano de políticas neoliberales ha doblegado, la capacidad de la gente para moldear su propio futuro tan eficazmente como ha desenraizado las estructuras comunitarias indígenas urbanas y por ende ha quebrantado, en algunos aspectos, el sentido de comunidad construido en ellas.

Una investigación que trate de desentrañar este sistema que oprime y niega el sentido construido en comunidad, debe apelar a rescatar en sus integrantes un sentido crítico de su situación para lograr un cambio social que, contrarreste los intereses neoimperialistas como modelo invasor que devalúa y suprime los modos tradicionales de la vida en pueblos originarios con raigambre mesoamericano.

De igual forma, es necesario rescartar la voz y la acción de la comunidad, pues, hasta el momento, los enfoques metodológicos para el estudio de esta problemática adolecen de un acercamiento certero. Al revisar la literatura al respecto, se identifica que la mayoría de investigaciones sobre sentido de comunidad se desarrollan en barrios, sin describir las características étnicas y culturales de los integrantes que los conforman y mucho menos, buscan construir conocimiento reflexivo para que las comunidades pasen de asumir un papel pasivo a una activo en la investigación y luchen por la transformación social que ellas necesitan. Es así como se sustenta la pertinencia de nustra investicación y focalizamos nuestro objeto de estudio.

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